Humildad




Adorable en su simplicidad.

La humildad es esa etapa de la conciencia en la cual, cualquiera que sea la realización, sabes que el infinito todavía está frente a ti.

La humildad es el reconocimiento de que uno no sabe, que no sabe nada, y que puede haber algo más allá de lo que actualmente nos parece ser verdadero, más noble, más desinteresado.

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OM NAMO BHAGAVATE MADRE SRI AUROBINDO

OM NAMO BHAGAVATE SRI ARAVINDAYA

https://youtu.be/wyIz8RqgoyA



PLEGARIA

Permite, Señor, que sea como un fuego que alumbra y calienta,
como una fuente que sacia, como un árbol que abriga y protege…
Los hombres son tan desgraciados e ignorantes y están tan necesitados de ayuda...

Mi confianza en Ti, mi certeza interior crecen día a día;
y día a día también siento Tu amor más vivo en mi corazón,
Tu Luz más deslumbrante y más dulce a la vez,
y cada vez puedo distinguir menos Tu Obra
de mi vida y mi individualidad de la tierra entera.

Señor, Señor,
Tu Esplendor es infinito,
Tu Verdad maravillosa;
y Tu Amor todopoderoso salvará el mundo.

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LECTURA

«Toda plegaria ofrecida con un espíritu justo nos aproxima al Divino y establece una relación justa con él».
¿Qué quiere decir «un espíritu justo» en esta carta? ¿Querrías aclarármelo?

Con humildad y sinceridad.
Baste decir que todo espíritu de mercadeo es una insinceridad que le quita todo el valor a la plegaria.

*
Nada es difícil para quienes llaman sinceramente al Divino.

¿Es una ayuda la moral?

¿la moral no nos ha ayudado a aumentar nuestra consciencia?

Eso depende de la gente. Hay gente a la que le ayuda y hay gente a la que no ayuda en modo alguno.
La moral es algo totalmente artificial y arbitrario, y en la mayoría de los casos, entre los mejores, frena el verdadero esfuerzo espiritual pues te proporciona una esa especie de satisfacción moral de que uno está en el camino recto y de que uno es un hombre honesto que cumple con su deber satisfaciendo así todas las necesidades morales de la vida. Entonces, está uno tan satisfecho de sí mismo que uno ya no cambia ni hace más progresos.

Es muy difícil para un hombre virtuoso entrar en el camino de Dios; lo hemos repetido mucho, pero es totalmente cierto, que este tipo de hombre está, entonces, muy satisfecho de él mismo y cree que ha realizado lo que debía realizar, no tiene ya aspiración ni incluso esa humildad elemental que hace que uno desee hacer progresos. ¿Verdad?, lo que aquí denominamos como un hombre sátwico es aquel que, generalmente, está asentado muy confortablemente en su virtud y no piensa nunca salir de ella. Eso le coloca a millones de leguas de la realización divina.

Lo que ayuda, hasta que uno haya encontrado la luz interior, es crearse un cierto número de reglas que, naturalmente, no deben ser completamente rígidas y fijas, sino lo bastante precisas para no salirse completamente del camino recto o cometer errores irreparables –errores cuyas consecuencias durarían toda la vida.

Por eso es bueno erigir en sí un cierto número de principios, pero que para cada uno deben de estar de acuerdo a su naturaleza. Si adoptáis una regla social, colectiva, os colocáis inmediatamente bajo la dependencia de esa regla social, y eso  os impide casi radicalmente hacer un esfuerzo de transformación.



Servir a la humanidad

¿Por qué deseáis servir a la humanidad?  ¿Cuál es vuestra idea? Es la ambición; es para llegar a ser un gran hombre entre los hombres.
¡Ya veo que es muy difícil de comprender!... ¡Ya veo!

El Divino está en todas partes. Entonces, ¿si se sirve a la Humanidad, se sirve al Divino?

¡Es maravilloso! Lo más claro es decir: «El Divino está dentro de mí mismo. ¡Si yo me sirvo a mí mismo, sirvo también a Dios!». En efecto, el Divino está en todas las partes. El Divino hará lo que tenga que hacer muy  bien, sin nosotros.

Ya veo que no comprendéis. Pero verdaderamente, si comprendéis que el Divino está ahí, en todas las cosas ¿por qué os ponéis a servir a la humanidad? Para servir a la humanidad es preciso que sepáis mejor que el Divino lo que es necesario hacer por ella. ¿Sabéis vosotros mejor que el Divino cómo servir?

El Divino está en todas las partes. Sí. Las cosas no tienen el aire de ser divinas... Yo no veo más que una solución si deseáis ayudar a la humanidad, sólo podéis hacer una cosa, y es dejaros llevar tan totalmente como sea posible y ofreceros al Divino. He aquí la solución. Porque así, al menos, la realidad material que representáis podrá parecerse un poco más al Divino.

Se dice que el Divino está en todas las cosas. ¿Por qué no cambian las cosas? Porque el Divino no obtiene respuesta, porque las cosas no responden al Divino. Es preciso buscar en el fondo de la consciencia para verLe. ¿Qué deseáis hacer para servir a la humanidad? ¿Dar de comer a los pobres? Podéis alimentar a millones, eso no es una solución, el problema seguirá igualmente. ¿Proporcionar nuevas y mejores condiciones a la humanidad?  El Divino está en ello, ¿Cómo es posible que eso no cambie? El Divino debe saber mejor que vosotros las condiciones de la humanidad. ¿Qué sois vosotros? Vosotros no representáis más que una pequeña cantidad de consciencia y una pequeña cantidad de materia, es lo que vosotros llamáis «yo». Si deseáis ayudar a la humanidad, al mundo o al universo, lo único que hay que hacer es que esa pequeña cantidad sea enteramente entregada al Divino. ¿Por qué el mundo no es divino?... mmm... Está claro que el mundo no está en orden.

 Entonces la única solución al problema es entregar lo que os pertenece. Dadlo totalmente, enteramente al Divino –no solamente por vosotros mismos sino por la humanidad, por el universo. No hay mejor  solución. ¿De qué modo deseáis ayudar a la humanidad? ¡Ni siquiera sabéis lo que lo que le hace falta! Quizá sepáis todavía mucho menos a qué poder servís. ¿De qué modo podéis cambiar algo sin antes haber cambiado vosotros mismos?

En todo caso, no sois lo bastante poderosos para hacerlo. ¿De qué modo deseáis ayudar a otro si no tenéis una consciencia más alta que la de él?

¡Es una idea totalmente infantil! Son los niños quienes dicen: voy a construir un dormitorio común, voy a construir una guardería infantil, ofrecer sopa a los pobres, predicar un conocimiento, propagar una religión... Es sólo porque os consideráis mejores que los otros, porque sabéis mejor que ellos lo que ellos deben ser o hacer. Eso es servir a la humanidad. ¿Deseáis continuar todo eso? Eso no cambia mucho las cosas. No es para ayudar a la humanidad por lo que se abre un hospital o una escuela. (...)

Podréis abrir millones de hospitales, eso no impedirá que la gente caiga enferma. Al contrario, tendrán todas las facilidades y estímulos para caer enfermos. Estamos llenos de ideas de este tipo. Eso hace que os sintáis cómodos: «Yo he venido al mundo, yo debo ayudar a los otros». Uno se dice: «¡Qué desinteresado soy! Voy a ayudar a la Humanidad». Todo eso no es nada más que egoísmo.
De hecho la primera humanidad que debe preocuparos sois vosotros mismos. Queréis atenuar el sufrimiento, pero a menos que cambiéis la capacidad de sufrir por una certeza de estar felices, el mundo no cambiará. Todo seguirá igual, todo sigue dando vueltas, una civilización sucede a la otra, se produce una catástrofe  tras otra. Pero la cosa no cambia porque hay algo que falta, algo que no está ahí: es la consciencia. Eso es todo.



La disciplina exterior

¿Pero no ayuda una disciplina exterior?

Si os imponéis una disciplina a vosotros mismos que no sea demasiado estúpida, puede seros de ayuda. Una disciplina, os digo, las disciplinas, los tapasyas, y todas las disciplinas ascéticas son, como se las practica ordinariamente, el mejor medio de fabricaros un orgullo, de construiros un orgullo tan formidable que jamás, jamás podréis transformaros. Habría que romperos eso a golpe de martillo.

La primera condición es una sana humildad que os haga ver que, a menos que estéis sostenidos, alimentados, ayudados, iluminados, guiados por el Divino, ¡no sois absolutamente nada!  Eso es. Cuando hayáis sentido eso, no solamente comprendido con la cabeza, sino sentido hasta en vuestro cuerpo, entonces comenzaréis a ser sabios, pero no antes.

La verdadera humildad

¿Cuál es la verdadera manera y la mala manera de ser humilde?

Es muy simple, cuando se dice a la gente «sed humildes», piensan inmediatamente en «ser humildes con respecto a otros hombres» y esta humildad es mala. La verdadera humildad es la humildad con respecto al Divino, es decir, el sentimiento preciso, exacto, vivo, de que uno no es nadie, de que uno no puede nada, de que uno no comprende nada sin el Divino, que incluso si uno es un ser excepcionalmente inteligente y capaz, eso no es nada en comparación con la Consciencia divina; y eso, uno debe tenerlo siempre presente, para que uno tenga siempre la verdadera actitud de receptividad –receptividad humilde, que no opone pretensión personal respecto al Divino.



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