San Sebastián santo patrono de los gays
¿cuándo saltó de las estampas
religiosas a las portadas de las revistas gay? En su ensayo Losing his
religion, el escritor Richard A. Kaye sitúa la conversión de San Sebastián en
icono de la cultura homosexual a finales del siglo XIX. “Los hombres gais vieron
inmediatamente en Sebastián un anuncio conmovedor del deseo homosexual (de
hecho, un ideal homoerótico) y un retrato prototípico de un hombre en el
armario torturado”.
Un pionero en la erotización
del mártir fue Oscar Wilde quien, en 1877, tras ver el El martirio de San
Sebastián de Guido Reni en el Palazzo Rosso de Génova, lo describirá en un
soneto como “un niño castaño encantador, con el cabello crujiente y los labios
rojos...”.
Una fotografía de esta misma
pintura de Reni (el pintor barroco le dedicó nada menos que siete) es la que,
según desveló el escritor japonés Yukio Mishima en sus Confesiones de una máscara,
le provocó su primera eyaculación y lo inició en su”mal hábito” de la
masturbación. Muchos años después, él mismo se fotografiaría como San
Sebastián, en cuyo martirio vio el placer erótico del dolor.
Y en vísperas de otra peste,
en este caso la del sida, Derek Jarman le dedicó su primer largometraje,
Sebastiane. Susan Sontag nos regaló una lúcida observación: su rostro no
registra la agonía física, su belleza y su dolor están eternamente divorciados el
uno del otro.
¿Qué protege San Sebastián?
Tras ser arrojado a una
cloaca, se apareció en sueños a Santa Lucina para señalar dónde se hallaba su
cuerpo. Es uno de los más importantes protectores contra la peste en la Edad
Media. Su martirio se convirtió en excelente excusa para el estudio de la anatomía
masculina durante el siglo XV.
¿Qué representa San Sebastián?
El 20 de enero se celebra la
festividad de San Sebastián, patrono de Ciudad Rodrigo y Santo de los
moribundos, de arqueros, soldados y atletas. Su nombre significa “Digno de
respeto, venerable” y utilizaba su cargo de militar romano para ayudar a los
cristianos prisioneros.
¿Qué le pasó a San Sebastián?
Resumen: San Sebastián fue un
centurión romano martirizado por no renunciar a la fe cristiana. Tras
sobrevivir a un primer martirio en el que fue asaeteado, volvió a interpelar al
emperador, quien decretó su apaleamiento.
El santo de los sádicos
Según cuenta Yukio Mishima
-uno de los escritores más importantes de Japón del siglo XX- en su novela
autobiográfica Confesiones de una máscara (1949), toparse de niño con una
reproducción del San Sebastián de Reni antes mencionado fue lo que ocasionó su
despertar sexual. Escribe el autor después de una descripción detallada y
sugestiva del cuadro:
Aquel día, en el instante en
que mi vista se posó en el cuadro, todo mi ser se estremeció de pagano goce. Se
me levantó la sangre y se me hincharon las inglés como impulsadas por la ira.
Aquella parte monstruosa de mi ser que estaba a punto de estallar esperó que la
utilizara, con un ardor sin precedentes, acusándome por mi ignorancia, jadeando
indignada. Mis manos, de forma totalmente inconsciente, iniciaron unos
movimientos que nadie les había enseñado. Sentí que algo secreto y radiante se
elevaba, con paso rápido, para atacarme desde dentro de mí. De repente estalló
y trajo consigo una cegadora embriaguez (...) Esa fue mi primera eyaculación. Y
también fue el principio, torpe y totalmente imprevisto, de mi “vicio”.
Para Mishima, que se
fotografió como San Sebastián, “los impulsos invertidos y los sádicos se
encuentran inextricablemente unidos”, es decir, un hombre atraído por otro
hombre desea también su sufrimiento, ya sea como espectador o como verdugo.
El protector contra la peste
Pero, además de ser el santo
de los sádicos, San Sebastián es el eterno protector contra la peste. Ya en la
Edad Media, cuando la pandemia de peste negra devastó Europa entre 1347 y 1352,
se popularizó el uso de estampitas del santo en la entrada de las casas por la
creencia de que él los salvaría. ¿El motivo? A pesar de lo que se cree, San
Sebastián no murió a causa de las flechas. Tras sobrevivir ese primer martirio,
fue rescatado por amigos que lo escondieron y le aconsejaron que huyera de
Roma. Él se negó rotundamente y, en consecuencia, una vez descubierto por el
emperador, fue condenado a ser azotado hasta morir. Y así sucedió.
Pero el hecho de haber
sobrevivido a la lluvia de flechas -que algunos artistas del Renacimiento se
atrevieron a comparar con la resurrección de Jesús- opacó su muerte real, por
lo que permaneció la creencia popular de su protección contra las desgracias,
en especial aquellas relacionadas a enfermedades.
Cuando en la década del 80
otra pandemia azotó ya no a Europa sino al mundo entero, la figura de San
Sebastián volvió a ser tomada por artistas y personalidades de la cultura y
terminó de sedimentarse como icono gay. La crisis del sida, conocida en ese entonces
como la “peste rosa”, hizo que se amalgamaran tanto el erotismo de San
Sebastián como sus supuestas cualidades protectoras. Algo había en ese martirio
que hacía que los hombres homosexuales se sintieran entre atraídos e
identificados. En el dolor de Sebastián -que para algunos el santo había
tolerado y, para otros, disfrutado-, los gays encontraron la más sensual de las
esperanzas.
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