☿El que revela a la conciencia su propio poder interior:




A partir de Nicolás de Cusa, los filósofos del Renacimiento no conciben al hombre como una pasiva imagen reducida del universo sino como un centro de fuerzas potenciales que se activan con la voluntad y la imaginación. El hombre microcosmo del Renacimiento puede conquistarse, transformar la Naturaleza, vencer la adversidad; es un ser dinámico en devenir, libre de elegir su condición y su destino.

Con el Renacimiento ya nada es estático y los viejos aforismos herméticos, “todo vibra, todo está en todo”, cobran realidad. “Dios está en cada cosa, como las cosas están en Él” (Nicolás de Cusa), por lo que el hombre tiene un potencial divino que debe ser actualizado.

El hombre toma conciencia de su propio poder interior y concibe la posibilidad de elaborar y producir conjeturas, proyectos, conquistas materiales y espirituales.

Es así como podemos comprender la influencia extraordinaria de la magia o de la Astrología en la época: el filósofo hermético del Renacimiento no quiere soportar pasivamente las influencias de los astros o de los demonios, quiere descubrir los “principios que le permitirán vencer a la fatalidad”.

Para los filósofos del Renacimiento, la magia no hace milagros sino que es natural. Para Pico no es la utilización de fuerzas oscuras o demoníacas, independientes de las leyes del universo, sino una operación natural que la ciencia podrá explicar algún día, pero que aprovecha propiedades insuficientemente conocidas de fenómenos naturales que hoy llamamos secretos o misterios. “La magia –dice Jacob Böehme- no es nada más que una voluntad, y esa voluntad es el gran misterio de toda maravilla y todo secreto: ella se opera a través del deseo del Ser”.

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